¿Quieres conocer lo que sucede detrás de escena en Altenar? Hoy tienes la oportunidad de hacerlo: conversamos con Marat Garipov, Director de Arte, quien en esta entrevista nos habla de sus muchos años de experiencia, su forma de trabajar y filosofía de vida.

Para mí es importante que la gente sea experta en cosas que yo no domino
Marat Garipov, Director de Arte de Altenar
Cuando Marat Garipov entrevista a candidatos para su equipo en Altenar, siempre les hace la misma pregunta: “¿Qué te interesa?”La respuesta define si los contratará o no.
En esta charla, Marat nos cuenta qué valora en un postulante, cómo funciona su equipo, cuándo adopta un rol de líder exigente y qué significa para él el amor por su trabajo, su familia y los viajes.
¿Cómo empezaste tu carrera y cómo llegaste a donde estás hoy?
Soy arquitecto de formación, pero cuando me gradué, la construcción en el país prácticamente se había detenido. Había pocas oportunidades, así que empecé a buscar un lugar donde pudiera desarrollar mi potencial. Siempre me atrajo el diseño gráfico, por lo que poco a poco fui moviéndome en esa dirección. Primero como diseñador, luego como director de arte y, con el tiempo, abrí mi propio y pequeño estudio.
Todo esto sucedió en Tomsk y luego a los 30 años me mudé a Moscú. Se me abrió un horizonte completamente nuevo y empecé a trabajar en agencias creativas con grandes marcas internacionales. Fue un periodo intenso con grandes equipos, proyectos de alto nivel, mucha creatividad y responsabilidad a la vez. Fue una experiencia increíblemente valiosa.

¿Cómo comenzó tu carrera en Altenar?
En marzo de 2024 recibí una oferta para el puesto de Director de Arte en Altenar. Conocí al equipo y de inmediato conectamos en términos de valores y en la forma de trabajar. Me di cuenta de que realmente quería trabajar con estas personas.
¿Qué has logrado en este tiempo?
Tengo la suerte de dedicarme a lo que siempre me ha apasionado: el branding, la creatividad, la publicidad y los formatos en video. En agencias trabajaba con varias marcas a la vez, pero aquí me enfoco en una sola, por lo que es un nivel de profundidad y concentración completamente distinto.
Cuando llegué a Altenar, lo primero que hice fue observar de cerca lo que ya había: realizar una especie de auditoría, entender qué funcionaba bien y qué se podía mejorar o replantear. Poco a poco armé un plan para refrescar la identidad visual y, en algunos casos, repensarla por completo. Esto incluyó desde materiales de comunicación y publicidad hasta el estilo de la imagen visual general.
Creo que, de marzo a fin de año, hemos avanzado de forma sólida, y se nota. Tenemos muchos canales de marca: ferias presenciales, redes sociales, videos, presentaciones, eventos internos… eso nos da margen para experimentar. Y no tener miedo a experimentar es uno de nuestros principios. Ahora, con un ecosistema de marca en expansión, el trabajo es cada vez más interesante. Aquí, aburrirse no es una opción.
¿Por qué vale la pena trabajar en Altenar?
Antes de Altenar, trabajé bastante como freelancer, donde uno es su propio jefe, ejecutor y director creativo. Fue una etapa valiosa y, de alguna manera, muy disfrutable: recuerdo con cariño la sensación de libertad de elegir qué hacer y cómo hacerlo.
Pero en Altenar, las tareas surgen del propio equipo, y ahí está la emoción: siempre es algo nuevo. Si algún día perdiera el interés, probablemente volvería a ser freelance. Pero ahora disfruto ir a trabajar: me siento “en vuelo”. Me impulsa lo que hago, y la empresa valora mi aporte, no solo en lo económico, sino también con respeto hacia mi labor profesional.
Algo que también destaco es que Altenar fomenta mucho el aprendizaje. Si necesitas mejorar una habilidad, puedes proponer tu propio plan de formación y hacerlo. Por ejemplo, un compañero está tomando cursos de tipografía. Todos tenemos esa oportunidad. Creo que esa apertura al crecimiento es un gran valor para cualquier equipo.
¿Cómo describirías tu estilo de liderazgo?
Siempre me ha parecido fundamental que cada persona en el equipo tenga su propia opinión y punto de vista, pues el diseño no son solo imágenes y siempre hay una idea detrás. Puede ser simple o compleja, pero sin idea, la imagen no nace. Tener una visión y una propuesta propia es clave.
Al mismo tiempo, un líder debe ser líder: marcar el rumbo y establecer lineamientos. De lo contrario, el equipo se convierte en un grupo de individuos talentosos, pero sin un foco común. Todos somos creativos y tenemos nuestra visión, así que, a veces, hay que ser, en sentido figurado, un “líder estricto”.
Diría que mi estilo es un balance 50/50 entre liderazgo firme y democracia. El primer 50% es democracia, donde todas las ideas se valoran. El otro 50% es que la dirección visual está en una sola mano, y de esta forma se mantiene la coherencia de la marca. Claro que a veces el equipo puede sentir cierta presión, pero es inevitable.
Un director creativo con el que trabajé me dijo: “La capacidad de dejar ir una idea no es una debilidad, sino una habilidad. Sobre todo si de ahí surgen tres nuevas y mejores.” Estoy completamente de acuerdo. Es un principio vital en el trabajo en equipo. Y, como dijo Mao Zedong: “Que florezcan cien flores…” — viene a ser lo mismo. Aunque, para ser sincero, la historia terminó siendo bastante complicada (risas — nota del editor).
Todas las tareas que llegan al departamento de diseño pasan primero por mi cabeza. Sé quién es más fuerte en qué área y quién todavía está en desarrollo. Es muy importante que cada uno sienta que es responsable de su “parte del pastel”, que es un experto en su terreno y que nadie más puede hacerlo mejor. A partir de ahí, todo es cuestión de flexibilidad: sumar tareas, probar cosas nuevas y evitar quedarse estancados.

¿Qué herramientas utilizan como equipo?
Trabajamos desde distintas partes del país e incluso del mundo, así que para nosotros es clave mantenernos siempre conectados. Asana nos ayuda muchísimo en este sentido: es como un cuartel general centralizado donde podemos ver el panorama completo de los proyectos, sus etapas y quién es responsable de qué. Así todos sabemos en qué punto está cada proceso y qué pasos siguen.
También tenemos chats de equipo para resolver el día a día. Esto mantiene el trabajo vivo y transparente. Usamos Slack y Telegram para comunicarnos.
En cuanto a diseño, trabajamos principalmente con Figma, que es excelente para colaborar en tiempo real, y con el paquete completo de Adobe, lo que nos permite no solo crear gráficos, sino también editar videos. De hecho, producimos cada vez más contenido audiovisual. Además, usamos activamente herramientas de inteligencia artificial, que avanzan a un ritmo impresionante: algunas nos ayudan a automatizar tareas rutinarias y otras nos ofrecen soluciones visuales poco convencionales.
Para presentaciones, usamos tanto Keynote como Google Slides, según el tipo de proyecto. Google, claro, es ideal cuando necesitamos reunirnos de forma remota y trabajar al mismo tiempo.
Y como Altenar es una empresa internacional, tenemos acceso a todo el software necesario a nivel global. Esto nos da una libertad adicional para trabajar.
¿Cómo organizan las tareas y qué hace que funcione?
Como director de arte, me siento responsable de toda la identidad visual de la marca, así que mis estándares internos son bastante altos. La creatividad improvisada no es lo nuestro. Para lograr un resultado sólido y de calidad, la tarea tiene que estar bien definida desde el inicio.
En un momento nos dimos cuenta de que necesitábamos un sistema que facilitara el trabajo tanto para los diseñadores como para quienes solicitan los materiales. Y así fue como nació nuestro formulario de brief creativo. Lo completa cualquier persona que quiera pedir un visual, sin importar de qué departamento sea. Esto nos permite entender de inmediato qué se espera de nosotros: el mensaje, los canales, los plazos, las referencias, etc. Y funciona muy bien: si quieres un visual sólido y a tiempo, empieza con un buen brief. Es la mitad del trabajo hecho. Este método nos ha ahorrado mucho tiempo: menos preguntas, menos correos y llamadas, y todo más claro desde el inicio. El brief define la creatividad y ese es nuestro principio interno.
Por supuesto, si algo cambia durante el proceso o hay que ajustar la idea, nos sentamos a hablarlo. A veces influyen las preferencias personales, pero en la empresa tenemos una cultura de diálogo y confianza. Esto ayuda mucho: cuando todos están alineados, no hace falta demostrar lo obvio. Existe un entendimiento común de hacia dónde vamos y por qué.
¿Cómo es el proceso de onboarding en tu equipo?
En nuestro equipo todo es simple y humano. El onboarding no es un trámite frío, sino una integración suave, sin presión y respetando el ritmo de cada persona nueva. Aunque la mayoría trabajamos en remoto, siempre recibo a los nuevos en persona en la oficina: nada reemplaza el contacto cara a cara. Somos seis personas y siempre nos apoyamos mutuamente: nadie se queda con dudas sin resolver. El primer día conectamos al nuevo miembro a Asana, a los chats (Slack y Telegram), a los recursos de Google… todo de forma clara y accesible. Los errores son normales. Lo importante es estar abierto, no tener miedo de preguntar o proponer. Mi consejo: no te quedes callado si algo no te queda claro. Esto ahorra tiempo y evita frustraciones. Para nosotros, el onboarding se basa en confianza, apoyo y comodidad.
¿Cómo apoyas el desarrollo de tu equipo?
Lo primero es que cada persona entienda hacia dónde quiere ir. Esa es la base. En todas las entrevistas preguntamos: “¿Qué te interesa?”. No es un formalismo: es fundamental saber qué mueve internamente a alguien. Si te asignan una tarea que realmente te entusiasma, es mucho más probable que lo des todo.
La empresa, por su parte, ofrece todas las oportunidades para que cada uno desarrolle su potencial dentro de sus responsabilidades. Si surge un proyecto interesante, adelante. Si quieres perfeccionar una habilidad específica, lo conversamos y vemos cómo integrarlo al trabajo.
En Altenar, además, se fomenta el aprendizaje. Si necesitas cursos, talleres o software nuevo, existe una verdadera posibilidad de obtenerlo. Todo enfocado al crecimiento. Y si alguien quiere desarrollar su propia marca personal —y tenemos casos así en el equipo—, nadie lo ve como un problema.
Al contrario, nos encanta que las personas tengan ambiciones e identidad propia, siempre que no entre en conflicto con la empresa. Si hay equilibrio, es una ventaja para todos.
¿Qué valoras en los candidatos y a quién te gustaría tener en tu equipo?
Me encanta incorporar a personas apasionadas por lo que hacen. Eso se nota de inmediato, incluso si es solo en una videollamada. Si alguien está comprometido e interesado, ya tiene medio camino recorrido para ser parte del equipo. En segundo lugar, para mí es clave que la persona sepa hacer cosas que yo no sé hacer. Que aporte algo único. Y, por supuesto, que tenga su propio punto de vista. Sin eso, no se llega muy lejos.
En general, creo que es indispensable saber hacer algo y no solo hacerlo “bonito”, sino entender por qué lo haces y ser capaz de explicar tu idea. Alguien así no solo “encaja en el brand book”, sino que lo enriquece, lo expande y le aporta algo nuevo.

Describe un día en tu vida
Para ser sincero, es bastante aburrido. Me levanto, desayuno, me siento frente al computador y me quedo ahí unas 15 horas. A mitad del día me olvido de almorzar, luego me acuerdo, como, y al final ya es hora de dormir.
¿Por qué es así? Porque todos los días aparecen tareas nuevas: una marca, merchandising, una landing page, un video, un nuevo espacio para una feria… y eso es justo lo que me interesa. Desde fuera, tal vez parezca un bucle de trabajo, pero me encanta. Disfruto del proceso y, claro, también del resultado. Aunque el proceso me intriga más.
¿Lo que me falta? Movimiento. Ese es mi punto débil. No soy de los que pueden quedarse sentados en un mismo lugar mucho tiempo; empiezo a echar raíces en la silla. Así que encontré la solución: los viajes de trabajo. Son una excelente forma de no quedarme estancado. Traslados, reuniones, ferias, un cambio de escenario… eso me impulsa. Y, por suerte, en Altenar eso abunda. Si hay que ir a algún lado, yo soy el primero en la lista.
¿Cuál es tu proyecto favorito? ¿De qué te sientes orgulloso y qué harías distinto?
Me resultó especialmente interesante trabajar en la arquitectura y el diseño de los stands de Altenar para exposiciones. Es una mezcla poderosa de diseño gráfico con tareas de arquitectura e interiorismo.
Hoy, nuestros stands tienen un gran nivel. Para mí es importante que la empresa tenga un estilo “arquitectónico” propio, reconocible no solo en lo visual, sino también en la forma y el espacio. Creo que en ese aspecto vamos por buen camino. Pero, claro, no nos quedamos quietos: antes de que termine el año planeamos presentar un nuevo concepto.
¿Y qué haría diferente? A veces extraño mi faceta de arquitecto. La arquitectura es un oficio con muchas aristas, y siempre me gustó profundizar en ellas. Pero ese tren ya pasó para mí: la tecnología ha avanzado mucho y sé que las cosas han cambiado. Es algo que lo tengo en lo profundo de la mente y lo pienso a menudo. Aun así, me enorgullece haber traído mi bagaje arquitectónico a Altenar y combinarlo con el lado creativo.
¿Qué errores has cometido en el camino y cuál es la experiencia más valiosa que has ganado?
Esa es más bien una pregunta filosófica. Creo que todavía es muy pronto para hacer balances: sigo en el camino, y claramente no ha terminado. En lo personal, diría que mi mayor error fue no dedicar suficiente tiempo a mi familia, a pesar de tener un trabajo que me llena. Hay momentos difíciles en los que te das cuenta de que el único apoyo verdadero viene de tus seres queridos. El trabajo cambia, los proyectos cambian, pero la familia siempre está ahí. Sé que a veces me extrañan. La lección más importante que he aprendido es que hay que dedicarles más tiempo y atención. Decir “te quiero” de verdad y tan a menudo como sea posible.
En cuanto a mi desarrollo profesional, no tengo arrepentimientos. Altenar es un lugar donde puedo aplicar todo lo que sé. Aquí mis habilidades tienen demanda, y eso lo valoro muchísimo.
Háblanos de tus hobbies. ¿Qué es lo que más disfrutas hacer?
Me encanta viajar. En especial los viajes por carretera: soy un auténtico lobo solitario. Me subo al auto en la puerta de mi casa y, cinco días después, puedo estar en cualquier lugar —por ejemplo, en Gibraltar, Nordkapp o el valle de Aktru. Mi primer viaje solo fue por casualidad: un amigo no pudo ir y decidí lanzarme. Me gustó tanto que desde entonces estoy enganchado. No llevo planes ni horarios. Manejo sin saber dónde voy a estar mañana, qué me espera, cómo se va a comportar el auto, qué experiencias voy a tener o a quién voy a conocer. Mi familia me apoya y me deja ir; y lo mejor es cuando ellas me esperan en destino: a veces mi esposa y mi hija vuelan para encontrarse conmigo.
Siento que dentro de mí viven tres personas: un camionero, un chofer de autobús de larga distancia y un cartero. De hecho, hasta entregaría paquetes con tal de no conducir sin un propósito. Cuando vuelvo a casa, los primeros tres días no sé ni dónde estoy: todo parece al revés.
Por cierto, nada te da tantas ideas como viajar y cambiar de escenario. Es clave para la profesión: no hace falta ir a ver solo palabras en latín en letreros de diseño; basta con observar el mundo, desconectar la mente y escapar del ruido de las noticias. Hacer un reset al menos 20 días al año. Es un verdadero placer viajar y no pensar en nada.
¿Cuál ha sido tu viaje más largo?
El más largo fue hasta el sur de Portugal con unos 12 mil kilómetros ida y vuelta. Mis destinos favoritos son Noruega y Altái. Cuando entras en pueblos pequeños y desconocidos, sobre todo en otros países, no siempre es fácil: calles estrechas, rutas confusas. Y uno trata de salir del pueblo lo más rápido posible para tomar una carretera larga y gris, y así poder desconectar la mente. Solo conducir, y ya.